Te leí, luego tú me leíste a mí,
como quien halla un gran símil
causante de un eco singular
que se aloja bajo la propia piel.
Así nos conseguimos sentir,
tras el resguardo de las letras,
pero valiéndonos de su poder
para acercarnos sin reservas.
Cada uno guardaba secretos,
pero la complicidad era vasta
porque borraba las fronteras
habidas entre el ser y el querer.
La vida es una ambivalencia,
pues hoy nos volvemos a saber,
luego de quinientas reyertas
donde no nos acompañamos.
¿Y qué más da? Si el presente es,
lo único que alarga el aliento,
de procurarse y de perseverar
en la de idea de vernos ciertos.
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