miércoles, 16 de agosto de 2023

TE LLEVO ADENTRO


Aunque pudieras dudarlo, te sigo recordando como si no hubiera pasado el tiempo. Sigues presente en mi ser, te paseas por mi pensamiento con frecuencia y de forma recurrente, logro sentir tu presencia cerca de mí sin importar dónde me encuentre.


No sé si a ti te ocurra lo mismo con respecto a mí. Me agradaría que me lo contaras. El hecho es que hay momentos donde yo no logro frenar la inquietud de saber cómo estás. Es entonces cuando le hago caso a mis impulsos y me atrevo a saludarte, a sabiendas de que sigues allí, a un palmo de distancia, a un simple mensaje en espera de ser contestado.


Como podrás darte cuenta, estoy aprovechando esta ocasión tan especial para confesarte el curso de mis sentimientos. Me valgo de las letras para revelarte que la huella dejada por tu existencia en la mía, ha llegado a ser tan honda, que aún te llevo adentro.


Te puedo asegurar que nada ha conseguido borrar los bellos instantes que tú y yo compartimos. A menudo le agradezco a la vida el llevarme hacia tu senda y el haberme dado la tremenda oportunidad de palpar con la totalidad de mis sentidos, esa sensualidad mezclada con una buena dosis de dulzura que te caracteriza.


Hay latidos en mi corazón que llevan tu nombre y apellido. Forman una secuencia melodiosa que se extiende siguiendo una partitura de notas suaves, pero intensas. Sus reverberaciones alcanzan incluso los lugares más recónditos de mi pecho. Asemejan con notable fidelidad el ritmo de las caricias intercambiadas en cada encuentro amoroso.


Justo aquellas que mis manos te dieron cuando se entrelazaron sabiamente con las que tus manos me otorgaban, sumándose en un gozoso frenesí. Parecieran ser las notas de un piano que resonaba con delicadeza y elegancia, mientras el sonido de una llovizna vespertina se escuchaba como música de fondo.


Así te guardo en mi ser, ubicada en el altar de mis grandes querencias. Allí estás y seguirás estando, presente en el subterfugio de sus entretelones. Como si el tiempo no transcurriera, por el simple hecho de seguir vigentes. Como si lo nuestro estuviera designado a ser completa y absolutamente atemporal.



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