Cae una noche más sobre mis hombros adoloridos y me aventuro a buscar el brillo de la luna en mi traspatio. Aún no se halla a la vista, pero extraño verla tanto como echo de menos saber de ti.
Sigues viva en mi alma y el amor que siento por ti crece al mismo ritmo que mi añoranza, pues me transporto a nuestros mejores momentos, donde éramos un solo ser latiendo al unísono, y allí me quedo.
No sé lo que nos depare la vida en las próximas semanas, sin embargo, tengo la convicción de que lo nuestro no ha terminado, de que aún haremos el intento de luchar por rescatarnos el uno al otro.
En eso quiero creer, porque pienso que más allá de lo que decidas al final, las huellas que dejaste en mí van a perdurar en mis adentros. Lo cierto es que siempre estás en mí, sin importar la hora del día.
Nadie más te robará tu lugar, eso puedes tenerlo por seguro. Y esa mentira que te hicieron creer, va a desvanecerse cuando tú y yo, podamos volver a platicar. Te lo puedo apostar sin temor a la derrota.
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