Tomo un respiro, contengo el aire en mis pulmones, y luego lo suelto lentamente. Trato de poner en orden mis ideas y descubro que no es sencillo cuando las emociones se encuentran revueltas.
Las siento en una especie de amalgama, mezclándose sin remedio. Por un lado, se halla la añoranza. Está ahí porque te extraño demasiado. Por el otro, está la impotencia, por no poder solventar la situación en la que nos encontramos.
La intuición que poseo me dice que tú te estás muriendo por dentro, que sufres al igual que yo lo hago, porque no estaba en nuestros preceptos tomar la decisión de ponerle punto final a lo que habíamos cuidado tanto.
Por eso pienso que esto no debería ser así, que en vez de castigarnos el uno al otro haciéndonos a la idea de que esto no tendrá marcha atrás, deberíamos calibrar a pulso la importancia de seguirnos amando.
Porque yo lo sigo haciendo, en cuerpo y alma, de noche y de día, como quien no tiene otra razón para seguir existiendo. Y yo sé que tú haces lo mismo, pero el dolor causado por las intrigas malintencionadas que has recibido, te ciegan por completo.
No te juzgo ni te condeno. Al contrario, te comprendo y no me quedo con ningún reclamo. Se lo dejo todo al universo. Si él quiere o lo permite, tú y yo volveremos a nuestra senda, sin importar que el mundo se esté cayendo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario