Cuando tú y yo estamos juntos, conseguimos borrar por completo las huellas de la distancia. Incluso, pareciera que dejamos de ser de carne y hueso.
Es entonces que nos volvemos aire perfumado de sentimientos a flor de piel. Mi boca pronuncia un te amo como la clave precisa para entregarnos.
Nos besamos con vehemencia hasta volvernos etéreos. Al cerrar los ojos, nos convertimos en polvo de estrellas volando entre ecos acompasados.
Vamos y venimos, tal como la marea choca repetidamente contra la costa. Si lo meditas con calma, verás que somos como un sueño húmedo hecho realidad en cada latido acelerado.
No hay nada que me dé tanto gozo, ahora que lo concibo de esa forma. Lo cierto es que en el Edén de las delicias compartidas, nos olvidamos de la marcha incesante del reloj, y levitamos con el alma plena de dicha.
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